XXXVIII Cursa de Viladecans 10K
- davidserranito
- 14 sept 2016
- 3 Min. de lectura

Alzas la vista y ves el cartel de 9kms. Ya sólo queda uno. Intentas apretar un poco para hacer el último kilómetro a un buen ritmo. Las piernas pesaban más de la cuenta. Después del noveno ya las fuerzas empiezan a flaquear. La deshidratación hace mella, y aunque en esta ocasión la había preparado concienzudamente los días anteriores, creo que sirvió de poco. Que gran sudada. Es curioso pero ahora que pienso sólo recuerdo ese cartel kilométrico, los demás o no los vi, o no estaban, bueno no sé…
Amaneció el día con una temperatura muy agradable para correr, pero pronto me di cuenta que era un espejismo. El verano se niega a perder su fuerza. Y un Sol de justicia asomaba firmemente dando pie a que a las diez de la mañana ya se pudiera decir eso de “¡Que calor!” Ya en la línea de salida, el sudor corría como mínimo por la frente.
Durante el recorrido se agradecía esos tramos interurbanos donde por los edificios altos se creaba una sombra verdaderamente agradable. Pasabas de un pleno Sol a una sombrita que te sabía a gloria. Pero como todo en la vida, a la inversa te parecía que te pusieran una estufa en la cara.
Un recorrido de toboganes urbanos y de cemento, que en algún tramo me costó más de la cuenta. Compensaba como podía en esas falsas bajadas. Siempre, y en mayor parte, aupado por animadores, que se tomaban en serio eso de animar. ¡Ostia que bien! Pensaba cuando alguien que no conocía de nada me animaba como si fuera a ganar la carrera. Son esos momentos en que el cuerpo por muy cansado que esté, reacciona dándote un chupinazo de energía, que hasta que deja de hacer su efecto, te ayuda a mantener el ritmo de cada zancada.
En fin, todo esto está muy bien. Pero soy el único que puedo luchar contra mi, contra mi cansancio, contra la vocecilla esa que dice que te pares, contra la ansiedad que se crea cuando ya ves el final, contra la adversidades… tras varios ¡vammmossss ostia! en voz alta, solo pretendía acallar esa vocecilla negativa impertinente que me decía que parara… Un momento de lucidez hizo que pensara en una frase que hacía pocos días había leído por ahí “si no hay lucha no hay progreso”, no sé cuando ni quien lo dijo en su día, pero para mí la clavó… de esta manera mi cabeza se calmó, y pude encarar esos 1000 metros finales.
Tras un giro hacía la izquierda, se veía la meta. Es en ese momento que el cuerpo saca fuerzas no sé de donde pero te permite apretar. Aumentas las zancadas en amplitud y frecuencia, con solo el objetivo final de cruzar la ansiada meta. Es en ese momento que te sientes poderoso, esa energía última hace que puedas entrar en meta aunque exhausto, pletórico.

Podría escribir la típica crónica de una carrera más, pero no lo voy a hacer. ¿Qué porqué? Es muy sencillo. Ya en alguna ocasión he manifestado que aunque a simple vista todas las carreras populares parecen iguales, desde dentro son diferentes. En cada una experimento sensaciones que pueden asemejarse, pero siempre se diferencian entre sí. Me explico un poco mejor.

Hay un montón de factores que intervienen y que hay que tener en cuenta el día de la carrera. Pongo como ejemplo el descanso previo o la climatología de ese día, por decir alguno, pero hay muchísimos más. Por una u otra razón hace que cada carrera sea diferente. Tenga sus peculiaridades y una personalidad propia.
La XXXVIII edición de la cursa de Viladecans 10k (tiene más ediciones que yo años). Me ha aportado, ya no sólo los kilómetros corridos sino el toque de atención necesario para concienciarme que aunque no salga como uno pretende al principio, esa puede ser la clave, solo luchando contra las adversidades y saliendo de la zona de confort se puede progresar. Estoy convencido de ello.

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