Correr es de cobardes
- davidserranito
- 28 oct 2015
- 3 Min. de lectura
Tengo que mirar dos veces. El cansancio acumulado hace mella. A la segunda, soy capaz de leer y entender lo que pone. Treinta y cinco kilómetros. Estoy mirando de frente y a los ojos al famoso muro, al mismo tiempo que veo a un hombre con un aspecto peculiar, situado a mi izquierda, en la acera, que soporta un cartel donde pone "el muro no existe, sólo está en tu cabeza”. Grita la frase una y otra vez. Con voz potente y grave diciendo el mensaje alto y claro. Retumbaba en mi cabeza como el ruido de un martillo al golpear una plancha de acero. Me llamó la atención, aunque parezca contradictorio, el silencio que le rodeaba. Pasábamos uno tras otro por su lado, era inevitable no leer el cartel o no escuchar el mensaje.

Las piernas las tenía entumecidas y pesadas como un bloque de cemento, empiezan a hacer movimientos musculares involuntarios, los malditos calambres. A cada paso que doy, es uno u otro músculo que se contrae sólo, produciéndome un dolor agudo e intenso. A veces insoportable. Treinta y cinco, ¡sólo me quedan siete! ¡Mi sueño está a sólo siete! Por lo que he entrenado tanto, por lo que estoy luchando tanto, por lo que he soñado tantas veces.
Imágenes sueltas, algunas positivas pero otras negativas, se suceden sin parar dentro de mi cabeza. Escucho constantemente ánimos de la gente. Aún cuando lo recuerdo se me eriza el bello.
Levantas la cabeza para no ver por un instante esa línea azul pintada en el suelo, pero pensé inmediatamente… esta línea te lleva a conseguir tu sueño. Síguela como sí fuera lo último que hagas. Un paso sucede a otro, en cada uno, pienso que queda menos. Por suerte ese día no me funcionó el reloj GPS en toda la carrera. En un principio, en la línea de salida, lo maldije por no poder controlar la maratón, al verlo desde la distancia, creo que me ayudó sin duda alguna. Así que, cada zancada era un suplicio... Aún así no me dí por vencido. Luché con todas mis fuerzas contra mi. Pensaba… ¡vamos que queda poco! Sabía que me esperaban los mios cerca de la meta.
Cuantas veces he tenido que escuchar eso de... ¡vaaaa que correr es de cobardes! Pues hoy me he levantado con ganas hacer una reflexión sobre esa afirmación, y dedicarle un post.
Un cobarde es aquel que siente miedo ante situaciones difíciles o muestra falta de valor para emprender acciones peligrosas o que conllevan cierto riesgo.
El motivo por el cual corremos es tan diferente como cada corredor. Pero sin duda no conozco a ningún runner que sea un cobarde. Sólo el colocarte en la linea de salida de cualquier carrera, sin importar la distancia, te convierte en un valiente. El enfrentarte a ti mismo, a tus miedos y preocupaciones, el seguir una disciplina y entrenamiento, el superarse o el intentarlo, te convierte en muchas cosas pero NO en un cobarde.
Los cobardes son aquellos que no luchan por sus sueños. Son esos que miran la vida pasar ante sus ojos, que sólo son capaces de criticar a los que sí lo intentan. Los que ni siquiera se atreven a empezar por miedo a fallar. Los que tiran la toalla a la primera porque les parece difícil o imposible.
Miraba a un lado y a otro de la calle Paral·lel y ¡no los veía! Correr se hacia casi imposible. Necesitaba, verles. Hasta que a unos doscientos metros de la línea de llegada los vi. Allí estaban sufriendo más que yo! Al verme, sus caras demostraban una angustia y a la vez un alivio. Me acerqué y los abracé! Lloré de la emoción acumulada durante tanto tiempo. Todo ese esfuerzo concentrado en esos abrazos. Aún siento la fuerza con los que me los daban.
Seguí, ¡ahora si! Sabia que la acabaría después de tantas dudas. Encaré los 195 metros restantes, corriendo seria mucho decir. Hasta que llegué a cruzar la meta.
El sonido, agudo y continuo del chip al cruzar la meta, me sonó a gloria. Ya en mi cabeza, empezó a formarse la idea de repetir. ¡Los cobardes somos así!.
Llegada por la calle Paral·lel de la maratón de Barcelona 2015
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